18.9.04

Lo seco y lo mojado

Desertia, 66 de enero de 0001

No he bebido agua en mucho tiempo, no llueve mucho por acá. La poca lluvia que hubo la traje yo desde la Tierra hace sesenta y seis días y se terminó pronto. Fue un festejo que, aunque fugaz, sirvió al menos para ablandar la memoria tan concreta de esta patria.
Ahora el licor también comienza a escasear. ¿Qué haremos sin líquido y con tanto regocijo por nosotros? ¿Cómo encontraremos el camino de regreso entre las inmensas nubes de polvo?

Sobre lo que pretende ser el Oeste, puedo ver las colinas de ópalo.
Pensamiento colateral y simultáneo: El ópalo es cuarzo mojado, sílex regado por blandura.
Detrás de esas colinas, en el llano, crece una planta poderosa: durante el periodo más oscuro de las noches se observan las columnas de luz que suben desde sus raíces.
Cuando ya no quede nada del licor ni de nosotros, lameremos las colinas, beberemos de esa luz vegetal que no existe pero es nuestra.