17.8.04

Una puñalada en la espalda es una mala señal

Desertia, 04 de enero de 0001


Hoy desperté con un cuchillo clavado en la espalda.

Difícil de advertir, incrustado entre los omóplatos, lo descubrí recién después del amanecer: un tercer apéndice en el perfil de mi larga sombra matutina.

Cerca del primer mediodía desertiano comencé a preocuparme, la comezón se volvía insoportable y me ocupaba toda la mente. Ya no había lugar para pensar en buscarte.

Con mucho esfuerzo logré asir el finísimo cabo de marfil labrado y retirar la hoja que me hería. Claro que lo hice muy (muuuuuuy) lentamente; no soy, no suelo ser, de los que pueden sacarse cuchillos del lomo así nomás, de un tirón. Eso lo dejo para un mentido cowboy del John Wayne de mi viejo, para un Johnny Weissmuller tarzanizado y olímpico, y loco también.

No extraje del puñal ningún indicio, salvo la presunción de no estar solo en Desertia. ¿Te habré encontrado? Me resulta difícil creer que fuiste vos quien me hundió este puñal mientras dormía. Me hace mucha gracia pensar en la maldita paradoja de que la mujer de mis sueños me asalte mientras duermo.

De todos modos, eso no me aterra: no se distingue bien cuándo es vigilia y cuándo es sueño en la quietud de este planeta de sucesivas nadas.

Pudo haber ocurrido que vinieras y que, después de una cena rara, mientras cogíamos expansivos, se te haya ocurrido jugar a clavarnos dagas blandas (solíamos hacernos mal de esa estúpida manera) Tal vez en tu hermosa, hermosa, hermosa espalda todavía muestres, como un sexo de varón excitado, mi puñal de pura piedra.

Ojo al piojo, que nada (salvo la belleza del arma y lo sutil del ataque, en lo que observo gestos muy tuyos) me asegura que estemos hoy habitando el mismo mundo. Son sólo especulaciones.

Como sea, una puñalada en la espalda no me parece de buen augurio. Veremos que nos depara el día, no pienso abandonar. La búsqueda es imperiosa. Respiratoria, diría.